Los de mi generación hemos crecido viendo comedias románticas
en las que la protagonista, que suele estar en las listas de
actrices mejor pagadas, enamora a su “partenaire” a fuerza de caídas tontas,
trajes que se rompen durante las citas, tropiezos y meteduras de pata.
Todo un abanico de situaciones ridículas que terminan por
cautivar al protagonista masculino: un señor generalmente íntegro, con instinto
paternal hiperdesarrollado, que se vuelve loco ante las torpezas de "ella".
Ese señor que se gasta dinerales en renovar el vestuario de “la
chica torpe”, tiene paciencia infinita para secar un vestido de noche con un
secador de pelo, perdona todas sus salidas de tono y corre tras ella para
enamorarla cuando le deja colgado en el altar (en lugar de cogerse una
borrachera monumental y olvidarla con la primera de cambio).
La “chica torpe de película” además de hacer el ridículo en
cenas de amigos, familiares y bodas de última hora, cae irremediablemente
en la piscina más cercana, sorbiendo (cuando no escupiendo directamente) de
manera sonora las bebidas y quedándose en bragas a la primera de cambio.
Y yo, que soy experta en caídas en
los lugares más inoportunos y que llevo faja con frecuencia, no por esto me he
sentido sexy. Los que me conocen pensarán (sin decírmelo) que mi físico dista
mucho del de la protagonista de una comedia romántica….. aunque investigando
por la red y visionando algunas revistas (aarrgggg!!!) tras quitarle el
maquillaje a la mayoría de ellas , “las torpes de barrio”, no estamos tan mal.
En una ocasión, en realidad hace
muy poco, protagonicé un momento Bridget
Jones en el que tras bajar una pista esquiando con un control muy justo caí al
suelo en medio de la gente. Durante un eterno momento intenté deshacerme de los
esquís con escaso éxito en mi empeño y unas posturas más próximas a una
contorsionista de circo que a una experta esquiadora.
Y no, no me sentí sexy, nadie de
las 50 personas a mi alrededor debió pensarlo tampoco y eso que cumplí con casi todos
los requisitos: caída aparatosa, gorro absurdo, y ropa de colores alegres para
que todos me pudieran ver… como nadie consideró apropiado ayudarme a levantar, intenté
disimular quedándome recostada sobre la nieve hasta que “mi cómplice” acudió en
mi ayuda.
Esto, que en Hollywood hubiera sido un auténtico taquillazo, en el panorama patrio pasó sin pena ni gloria: ningún apuesto caballero me invitó a la ópera ni a cenar caracoles, tampoco me llevó de tiendas para renovar mi vestuario y, menos mal, tampoco me surgió ir de acompañante a una boda inesperada.
Conclusión:
ser torpe es sexy….SÓLO en la tele……………….. por si aún no lo sabías.
ser torpe es sexy….SÓLO en la tele……………….. por si aún no lo sabías.
Hasta la próxima
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