El cambio climático, la COP y otros cuentos infantiles



-Abuelita que ojos más grandes tienes…!
-Son para verte mejor.
-Abuelita que orejas más grandes tienes…!
-Son para oírte mejor.
-Abuelita que dientes más grandes tienes…!
-Son para…

No puedo evitar dejar de ver analogías entre el cuento de caperucita y el lobo, con nuestra situación actual ante el desafío que supone el cambio climático. En esta ocasión el lobo decide cambiar el disfraz de abuelita dulce e inofensiva, por otro disfraz casi igual de difícil de adivinar, esta vez como barril de crudo a buen precio. Al igual que el lobo del cuento usa su astucia para aprovecharse de la inocencia y buena voluntad de Caperucita, en esta ocasión el lobo se apoya en una economía frágil, quizás algo desteñida en principios, que ve en esta bajada del precio del barril una oportunidad para aliviar sus debilidades y aumentar su autoestima.


No nos tapemos los ojos; en este cuento también somos capaces de verle las orejas al lobo si prestamos atención; índices de polución de grandes ciudades, deterioro de los polos, aumento de las temperaturas, corrientes marinas cambiantes…



Si bien el acuerdo firmado por 195 países hace apenas unos días en París no deja de ser un logro, un reconocimiento a un problema que existe, que está ahí y que nos afecta a todos de la misma manera, me sigue costando llegar a entender que no se haya ido más allá. Creo ser capaz de entender que algunos hemos alcanzado la mayoría de edad antes, esa mayoría de edad que nos permite conducir un coche o tomarnos nuestra primera cerveza, igual que también entiendo que aquellos que acaban de llegar o incluso pueden estar acariciándola quieran tomarse alguna antes de que se cierre el grifo, por eso es momento de que los que tenemos los zapatos más desgastados y algunas canas más pensemos seriamente en la resaca con la que nos levantaremos mañana si no nos adelantamos con las medicinas necesarias para frenarla, porque aun tomándolas ahora mismo, me temo que habría que esperar a que no sea demasiado tarde y no nos hayamos pasado ya de frenada.
Trabajemos en un modelo productivo que sea capaz de respetar nuestro entorno y nuestros recursos naturales a la vez que aprovechándolos de manera sostenible, energías limpias como pueden ser el sol, el viento, el agua o la biomasa, el reciclaje y el transporte sostenible entre otras cosas. Empecemos a exigirnos primero a nosotros mismos para poder luego exigir a los demás.

Caperucita no te salgas del sendero.

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